Comunmente se considera que solo los seres vivos tenemos “memoria” o sea la capacidad de un sistema, organismo o entidad para almacenar, retener y recuperar información a lo largo del tiempo. Es un proceso fundamental en múltiples ámbitos, desde la biología hasta la tecnología, y puede definirse en diferentes contextos.
La palabra proviene del latín memoria, que significa “recordar” o “reminiscencia”, y está asociada con mens (mente). Esto subraya su vínculo con la conciencia y el pensamiento humano.
La memoria, en cualquiera de sus formas, es esencial para el aprendizaje, la adaptación y la continuidad de la experiencia.
Sin embargo la memoria también se puede investigar en los espacios, es decir no solo tiene que ver con el tiempo, sino que se le atribuye memoria también a los lugares. Y ese es el tema del que trata este post.

Experimentamos y después recordamos, aunque no sabemos hasta qué nivel esas memorias, aprendizajes o recuerdos calan en nuestro ser. ¿De dónde provienen las percepciones de saber algo cuando nunca lo hemos experimentado? Aquí introduciré el concepto de memoria holográfica.
La memoria holográfica podría definirse como la memoria o información del campo, la conciencia cósmica o la Fuente de todo lo que existe, a la que accedemos al sintonizar nuestras frecuencias con esta información particular, que se encuentra de manera holográfica, es decir, contenida en el todo. Tal como si estuvieramos sintonizando una estación de radio, nuestra propia conciencia sintoniza esta información y la codifica de manera que podamos entenderla.
Los lugares también pueden tener memoria. Retomando el tema de la no localidad y la idea de que el campo holográfico atraviesa todo lo que existe, podemos considerar que los lugares también poseen la capacidad de almacenar información, no desde lo biológico, sino a través de su energía electromagnética.

El espacio en donde estamos puede influir en como nos sentimos animicamente, tal como solemos decir “en este lugar hay buena vibra o mala vibra.” Margaret Moga realizó experimentos para saber como afectaba un lugar para la sanación energética, y logró detectar que los campos electromagnéticos cambiaban de acuerdo a las emciones, cuanto más intensas eran éstas más cambiaban las variaciones del campo electromagnético.
“La memoria espacial aparente se ha reportado en los experimentos de Persinger y colegas (Persinger & Dotta, 2011; Dotta et al., 2013b) como un patrón de información retenida en el espacio local, y en los experimentos de Tiller y Dibble (2012) como “acondicionamiento” del espacio. También se ha descrito en experimentos parapsicológicos como un “efecto persistente” (Heath, 2003). La memoria espacial generalmente se refiere a la modificación del “espacio vacío”, pero también puede aplicarse a objetos, que se ha informado retienen memoria de emociones y eventos (Watson, 1992; Schoch y Yonavjak, 2008). Tanto el acondicionamiento del espacio como la impresión de objetos pueden implicar exposición a EMF de baja intensidad”

Durante siglos, el ser humano ha construido templos y espacios sagrados que provocan estados emocionales especiales. Aquellos lugares naturalmente elegidos se asocian con ciertas características geomagnéticas del planeta y, con el tiempo, evocan la conexión espiritual. Templos como las catedrales góticas, que poseen una gran asociación con las propiedades acústicas, le confieren un valor extra al sonido.
“La construcción de sitios sagrados hechos por el hombre, como los templos griegos y las iglesias cristianas, a menudo refleja la propiedad del sonido. Si el espacio estuviera diseñado para resonar, las ondas estacionarias del sonido producidas en ese espacio podrían evocar imágenes espiritual-religiosas particulares.”

Joey Caswell explica que muchos espacios sagrados comparten factores ambientales sutiles pero significativos, como la resonancia acústica alrededor de 110 Hz, descubierta en investigaciones previas en sitios antiguos. Estos estudios sugieren que ciertos estímulos acústicos pueden influir en la actividad cerebral, especialmente en el lóbulo temporal izquierdo. Un estudio en la cueva El Castillo en España, que contiene pinturas rupestres prehistóricas, también encontró una resonancia de 110 Hz. Aunque aún no se ha confirmado si estas características físicas están relacionadas con la “memoria espacial”, el emergente campo de la paranantropología está comenzando a combinar investigaciones transculturales y experimentales de la conciencia para explorar esta posible conexión. Queda mucho por investigar, pero integrar los métodos de laboratorio de estudios espaciales con la investigación de sitios rituales antiguos ofrece una base prometedora.
Referentes:
Joey M. Caswell: Ph.D. student; co-founder of Transnational Anomalies Research (TAR); independent data analysis consultant; member of Mind-Matter Mapping Project; research in many areas from space weather to psychology with major focus in heliobiology, geophysics, statistics, and epidemiology
Lucas Tessaro (research areas focused primarily on the biological interactions of magnetic fields at all levels of discourse from the organism to the molecule; member of TAR)
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